Me han dicho que una bala de oro
puede matar dragones, que las princesas aparecen solo en los cuentos y que los
principitos azules destiñen. Me han dicho que el destino no existe o que sí,
que todo es azar o que nada es casualidad. Me han dicho que cuando las aceras
están mojadas se debe solo a la lluvia y que cuando la arena quema no es solo
por el sol. Porque sí. Porque se supone que debemos ganar si lo arriesgamos
todo. Porque se supone que aquí solo manda el más fuerte, el que sabe ocultar
sus lágrimas y fingir sus sonrisas mientras fuera siguen bailando la vida
esperando a que muevas tus caderas a su ritmo de vértigo. Me han dicho que vale
más ser rico que ser feliz. Que los que escriben, son unos ilusos enamorados de
absurdos imposibles. Porque, para qué engañarnos, esto ya no interesa a nadie
que no sepa leer entre renglones. Me han comentado que la juventud se pasa
rápido y hay que seguir cogiendo trenes que nos lleven cada vez más lejos
aunque, a veces, no sepamos ni adónde vamos, ni quiénes somos, ni cuál es
nuestro tren. Me han dicho que avance, que avance siempre sin pararme a pensar
en los lunares de tu espalda. Me han dicho que el amor no existe. Me han dicho que
no merece la pena.
Pero tú me has demostrado lo
contrario. Que merece la pena.
Que merece la pena sentarme a
escribir mientras como decía Béquer: “haya unos ojos que reflejen los ojos que
los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira.”
Que soy de las que piensan que merece
la pena soñar con tu príncipe azul, aunque destiña, porque todos desteñimos
alguna vez, pero tú eliges quién quieres que te manche y quién no. Que merece
la pena creer en el destino y en que nada es casualidad. Nada pasa porque sí.
Porque si no, no estaríamos donde estamos. Y estamos. Llámalo X. Sé que
simplemente merece la pena creer en algo, tener esperanza. Sé que merece la
pena porque algún día me sentaré contigo en nuestra playa a cavilar sobre tus
lunares en por qué la arena quema más o menos por el sol o por otras extrañas
razones, sobre por qué la lluvia se empeña en mojar las aceras o en por qué
fingimos sonrisas y lágrimas según envejecemos para ocultar las cicatrices de
esos dragones que matamos con balas de oro para ocultar nuestras propias
barreras y nuestros miedos. Que la vida es corta y que cuando haga algo lo haga
para mí, no por nadie sino porque quiero hacerlo. Que todo lo que me salga del
corazón lo haga; eso me lo has demostrado tú con hechos. Que merece la pena
porque sí que me aportas más. Siempre más. Cada día más. Y la balanza se
inclina a tu favor y eso solo hace que te quiera otro poquito.
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