Entonces, los acontecimientos van pasando y tú no sabes como frenarlos ni dónde esta la palanca que resetea todo y tiene el poder de hacer que las cosas empiecen de cero.
Te quedas quieta, esperando sin saber muy bien a qué o a quien. Y ahí estás. Dejándote llevar por la lluvia que baila en tu piel desnuda. La mente en blanco y unos vaqueros arrugados que se asemejan a tu alma, encogida sobre sí misma. Te das cuenta de que has automatizado a la perfección los cinco pasos exactos que hay que seguir para fabricar una sonrisa de esas con las que ya no dices nada.
Y sigues inmóvil mientras todo a tu alrededor cambia.
Un puño de roca y hielo se ha apoderado de tu corazón y eres incapaz de convertir la roca en carne que siente o el hielo en nieve que se deshace.
Y pase, pase que en tu mutismo hayas cerrado cada cerrojo siendo prisionera de tu propio cuento.
Pase que tu tristeza haga de ti una marioneta que ni siquiera puede ser dirigida por el títere por todos los nudos que le impiden moverse.
Pase que la tierra se hunda bajos tus pequeños pies cuando llueve, perlando tu cuerpo de esa lluvia que has convertido en tus cicatrices.
Pero no quiero ni puedo verte llorar. Tengo un mecanismo de defensa natural que estalla en mil pétalos cuando las lágrimas asoman a tu pecho.
Porque no eres de esas que lloran con los ojos sino con todas las fuerzas de un corazón que late cansado, boqueando para sobrevivir a seis guerras a la vez.
Y sé que yo soy una de tus guerras pero, tranquila, mamá, que a mí ya me has ganado. Por fin he podido escuchar el canto de tus trompetas y he entendido que te convertí en mi peor enemigo cuando eres mi mejor aliado. Siento cada disparo que te alcanzó de lleno, me atraviesan cada una de las armas que empleé para destruirte y con las que, por rebote, acabé sangrando yo.
No sé cómo redimirme de tantas veces que te he matado ni cómo agradecerte las infinitas masacres de las que me has salvado tú.
Podría haber caído herida cientos, miles, millones de ocasiones. De hecho, así fue pero siempre estaban tus manos para agarrarme y arrancarme a caricias ese: "Vamos, ahora levántate".
Así que me he retirado porque he visto que no hay peor soldado que el que lucha en contra de sí mismo y yo...yo luchaba contra ti. Que aquel veintidós todavía éramos dos en una y no quiero que eso cambie. Sigues siendo en mí, igual que yo en ti porque eso es lo que me has enseñado: a amar.
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