Tengo una idea, a veces exagerada, y un par de ranas que me persiguen en sueños jugando a convertirse en príncipes.
Tengo
infinitos cuentos y ninguno de ellos ha
cambiado para volverse historia.
Tengo
una sonrisa cansada y algo muerta en ese hueco que han dejado tus abrazos.
Y, es en ese preciso momento, en el que veo que no es sino mi tristeza la que me aprieta los botones.
Atrapé ocho dragones, que ahora guardan mis mazmorras y escondí en el sótano unos cuantos miedos. He apagado la luz, eso sí, para que nadie baje a descubrirlos.
Tengo
algunos meteoritos a punto de estallarme en el pecho y causar estragos irreversibles.
Y es que así soy: tantas veces, tonta. Tantas veces, débil. Tantas otras, seria.
Y es que así soy: tantas veces, tonta. Tantas veces, débil. Tantas otras, seria.
Le
he prometido a mi "yo" de mayor que voy a construir y no a destruir, que voy a
cambiar,
que
algún día estará orgulloso de mí, de poder ser lo que es.
No
sé muy bien cómo empezar a resolver las goteras en el ala oeste de mis bloque(o)s.
Ni siquiera tengo la llave que abre tantas incógnitas que me arrastran mar adentro.
No
miento si digo que he olvidado cómo es tensar los músculos de la cara sin
esfuerzo y romper a reír o romper a llorar. Pero romper, porque ya estoy harta. Y, porque, aún así, ya no destruyo. Ahora me quedo quieta.
Frente
a un desierto indómito, me pregunto dónde dejé todas esas letras,las
que siempre me sacaban de cualquier nudo: de los del alma y los del
esófago.
Me
pregunto cómo es que ya no hay nada azul en mis cielos ni nada blanco entre mis sábanas. Miro de frente las lágrimas que surcan mi almohada jugando a hacer mortales desde mis mejillas.
Sin duda, he aprendido que la madrugada solo trae la tinta difuminada de lo que va a ser un mal día. Que
con el ocaso, se pierden entre botellas esas esperanzas de recuperarle, de
recuperarme, de recuperarnos.
Puede
que mis pantalones rotos necesiten algo más que juicios de desprecio.
Tal
vez, mis pies solo exijan de tus huellas para entender que sigues ahí. Que
es real. Que eres eral. Que no te has vuelto a ir, como tantas veces me haces sentir. Y tantas, sin querer.
Tal
vez y solo tal vez, eso desintegre mis meteoritos y mi idea exagerada. No sé.
Al
final escribo porque te echo de menos.
Y es que con ellos, con vosotros queridos, me pasa igual. Cada veintidós segundos me engaño pensando que no necesito vuestros barcos; sí, esos que se van a pique, los que me tocan y, muchas veces, me hunden.
Y es que con ellos, con vosotros queridos, me pasa igual. Cada veintidós segundos me engaño pensando que no necesito vuestros barcos; sí, esos que se van a pique, los que me tocan y, muchas veces, me hunden.
Aunque
no quiera, escojo la sal, el mar y la arena. Y, si he decidido quedarme, si sigo aquí es porque, en el fondo, nunca he querido navegar sola.
Que
aunque me sienta naufrago, quiero ser otra cosa, algo que me saque a flote con cada golpe de timón.
Quiero quedarme
con el botín y enamorarme de la cordura de la brisa, para no tener que ser más esa loca de San Blas. Que le canten a otra, que yo quiero estar viva y dejar de esperar.
Quiero
saber lo que es libertad, saborear ese ron de verdades que te lleva a tumbarte
borracho y a mirar enamorado la inmensidad de las estrellas.
Quiero
cantar mis razones a la luna y llorarla cuando sea llena y reírla cuando sea
nueva.
Quiero
que nada ni nadie me ate a amar. Que mi amar sea único e irresistiblemente bello.
Que mi vida sea ese beso que acaricia la piel y te hace morirte de ganas y de incertidumbre.
Busco
esa sensación de infinitud que, en su día, atravesó cada uno de los poros de mi
alma, encendiendo cada lunes con sabor a tarde de viernes.
No
quiero más hielo en mis horizontes ni que se me caiga la voz a trozos.
No
quiero que enmudezcan mis ojos ni que mis labios dejen de estremecerse cada vez que escucho mi nombre en los tuyos.
Que
soy valiente porque no he dejado de girar aunque lleve a cuestas cuatro años en
vela.
¿Sabéis?
Me sigue mareando mi idea exagerada y me gustaría calmarla y susurrarle que no
tenga miedo.
Sí.
Que no tenga miedo a equivocarse.